Por Kamila Guzmán


En la Universidad del Claustro de Sor Juana conviven los más diversos individuos. Es una escuela que se caracteriza por su tolerancia a todas las personas.
Mariana es una chica de Gastronomía: alegre, trabajadora, dedicada, soñadora y fiestera. Adjetivos que describen al alumnado, pero Mariana sufrió una pequeña diferencia que ha modificado su vida, sin cambiar sus cualidades.

Hace pocos años le detectaron cáncer en su brazo izquierdo. La enfermedad la llevó al límite de decidir por su brazo o su vida, que en lo personal considero hubiera sido lo mismo porque un gastrónomo del área técnica vive de sus brazos, de la habilidad que desarrolla en ellos. Ella decidió seguir viviendo y enfrentó la enfermedad hasta sanar. Este semestre regresó en una situación que nadie imagina vivir, pues perdió su brazo.

Un martes le pedí una entrevista. Inmediatamente me preguntó “¿pero sobre qué quieres hablar?”. Me quedé callada pensando qué le podía contestar sin incomodarla. En ese momento supe que hacer esta nota iba a ser un reto.
Llegó el viernes que habíamos acordado encontrarnos, la invité a mi casa, le ofrecí unas cervezas para poder darnos el valor de hablar (sólo yo las necesitaba). Ella se mostró siempre serena y abierta, yo estaba nerviosa y temía no poder guiar la entrevista.

Desde un principio me dijo “mira yo no tengo problemas con el tema, no quiero ser un ejemplo para nadie, pero si esto que me pasó sirve de algo, adelante” y me tranquilizó por completo. Puse mi grabadora en la cama donde estábamos sentadas, le dije que la olvidáramos y sería una charla sólo entre ella y yo.
Mi primera pregunta fue con cierta distancia, tratando de esquivar las partes fuertes de la travesía de esos últimos años.

Comalote: ¿Cómo fue tu regreso a clases?

Mariana: Al principio fue difícil porque no conocía a nadie de la generación, regresar ya sin mi mano y no saber en realidad qué tantas capacidades tenía o había perdido, a qué me iba a enfrentar ni con mis compañeros ni con lo que yo iba a poder hacer. Cuando llegué al grupo fui agarrando confianza y las cosas se dieron bien, he logrado hacer más de lo que yo pensaba, aunque obviamente sí tengo mis limitaciones.

C: (Me quede atónita al ver qué bien había tomado todo y le hice una de las preguntas obligadas). Sabías las opciones que había ¿por qué regresar a técnica?

M: Ya había cursado 7° semestre en técnica y cuando me enteré de la amputación pensé en cambiarme a administración o humanidades, pero decidí que me lo iba a plantear como un reto en lugar de como un obstáculo, no iba a darme por vencida antes de intentarlo. Fui a hablar con Guille y me dijo que si lo quería intentar ella me iba a apoyar, pero que fuera honesta conmigo. Si no podía me cambiaría de área y ella también sería honesta conmigo.
Siempre tuve una ilusión de que lo iba a lograr con mi prótesis, pensé que me la entregarían a más tardar en marzo, pero aún no la tengo; esperaba aprender a utilizarla este semestre que tenemos materias de mucha precisión como ornato. En el trabajo no te van a dar la misma oportunidad “bueno echa a perder todo lo que quieras y si no aprendiste bien”, y aquí me están dando la oportunidad de decir “bueno no me salió, pero lo vuelvo a intentar y a lo mejor la próxima vez me sale”.
También por otro lado quise demostrar que no hay nada que te limite, tal vez abrir camino para personas que estén como yo; perdí mi brazo a los 23 años, pero hay gente que nace sin uno y no le puedes quitar la oportunidad de estudiar o de aprender algo así, entonces también me gustaría abrir campo para esas personas, bueno, si me fuera posible.

C: ¿Qué quieres hacer terminando la carrera?

M: Me gustaría algo propio, estoy consciente de que es difícil que consiga un trabajo, ya el hecho de llegar y que me vean sin mano, me pone en últimas opciones, muy pocos me darán la oportunidad; me encantaría abrirme camino en el medio por mi parte poniendo un negocio y ganándome un nombre poco a poco. Mi plan es algo que me genere dinero como las taquerías, en la parte administrativa creo que lo puedo hacer bien y de ahí sacar para poder poner una pastelería gourmet, empezarme a abrir camino al vender mis productos.

C: (Sólo pensé ¡madres! Somos tantos los que no tenemos claro lo que queremos hacer cuando nos titulemos, la discapacidad no limita los planes de superación, entonces ¿por qué nos ponemos tantas trabas en el camino?, y lancé la siguiente pregunta). En el momento que te dicen “vas a perder el brazo por la enfermedad” ¿pensaste que eso podría cortar por completo tu carrera, en algún momento dijiste “doy la filipina”?

M: Sí tal vez en algún momento lo pensé, pero siempre tuve en mente que quería terminar mi carrera aunque no fuera en el área técnica. Cuando me dieron la noticia, hablé con mis papás les dije “me cambio de área, no pasa nada”, pero un día platicando con una amiga me dijo que no dejara el área técnica y que no viera las cosas como un obstáculo, sino como un reto y que empezara a luchar, era el momento de demostrar quién era.
Con eso me cayó el veinte, dije tiene razón, por qué voy a abandonar lo que más me gusta y creo que eso me ayudo mucho a superar la enfermedad; las quimioterapias que realmente son muy pesadas. Yo siempre tuve en mente regresar al Claustro, incluso también mis psicólogos me decían “es que no lo veas así, sé realista”. Traté de ser realista, siempre teniendo en mente mi meta: terminar mi carrera, regresar al Claustro en el área técnica y no aceptar un no por respuesta, creo que vale la pena, si es mi felicidad vale la pena luchar por esto.

C: ¿Te has sentido intimidada en algún momento por la actitud de los compañeros o maestros en cocina?

M: Creo que no. Yo esperaba cosas más fuertes, mis compañeros me han comentado que ni siquiera se habían dado cuenta de que no tengo mano y me han apoyado bastante. Sí he tenido profesores que me quieren retar, no digo nombres (risas) de repente sí los he sentido en mala onda, también hay quienes me dicen “órale sí pudiste qué buena onda”, pero hay otros que “a ver, a ver si puedes” y siento que me quieren demostrar que la carrera no es para gente así, ya después te diré nombres (risas).
Es pesado, pero el coraje que saco de ahí me da más fuerza. También hay grandes personas como Martha Sánchez, la Chef de pastelería, que me dio su apoyo desde que se enteró, me dijo “sabes que cualquier cosa, aquí estoy y cuando tengas tu prótesis ven y practicamos”, también me ha dicho “mira, vamos a aprender juntas, no puedes pero vamos a hacer algo para que puedas” me ha tenido paciencia, me ha ayudado, ha sido más que Chef mi amiga.
Yo no quiero que me consientan, pero sí que me traten de apoyar. Estoy aprendiendo a vivir y ellos podrían también aprender de apoyarme, ver si se puede con una mano; hay gente a quien quisiera amarrarle una mano y que lo hiciera, realmente no es fácil. Que valoraran mi esfuerzo, no subiéndome la calificación. Si yo este semestre salgo con seis, ya será la gloria, porque esos seis puntos me los gané con una mano y con el corazón.
Traigo una mentalidad diferente. Tenía la idea de subir mi promedio, ahorita la calificación es lo que menos me importa, tengo 23 años de vida y no llevo ni un año sin mano y ha sido pesado, pero he ido saliendo, para llevar un semestre y no ir tan mal, yo siento que ni se nota, a lo mejor está mal de mi parte, pero a veces sí digo “hice casi lo que haría si tuviera mis dos manos”.

Yo sólo puedo concluir reflexionando sobre la afirmación que me hizo en un principio: ella no quiere ser un ejemplo para nadie, pero son pocos los que enfrentarían una situación así con tanto optimismo y con la sed de vida que ella me trasmitió en la charla. Quiero decirle a Mariana que estoy muy agradecida y orgullosa de haberla conocido en esta escuela.

Cuentos

Por Tania Jardón R.

MISS. PEGGY

Los muppets bien sabían los gustos de Peggy: era una caníbal que se saboreaba las carnitas cada domingo. En verdad que esta cerda era insaciable. Lo bueno es que desde la epidemia de influenza ha dejado de comer sus ricos tacos de maciza, buche y nenepil para deleitarse con unas ricas ancas de rana. Por cierto, ¿alguien ha visto a René?


EL MIEDO NO ANDA EN CERDO

Fue tanto el temor de la influenza que hasta “Babe, el puerquito valiente” uso cubreboca.


UN FINAL FELIZ

Meses posteriores a la epidemia de influenza tipo A, la Organización Mundial de la Salud indicó el origen de la enfermedad: los tres cochinitos tras su estancia vacacional en Puerto Vallarta infectaron de influenza porcina a varias jovencitas con las que mantuvieron una estrecha relación. Al parecer habían creído estos cerdos que era una simple gripa, pero no contaron con que el virus mutara.
China, España, Argentina, Cuba, Colombia, Perú y los demás países que insultaron a México ofrecieron una cuantiosa remuneración económica como disculpa. Europa fue recriminada por su acto corrupto de esconder a los tres cochinitos. México se sintió feliz y todos vivieron felices por siempre. Fin.

Tepito en Mazarik




Por Gerardo Ahorta

Recuerdo con exactitud el viernes 24 de abril. Desperté tarde para mi clase de investigación, desayune con prisa para llegar en horas respetables, recogí mis cosas para salir de casa cuando una luz parpadeante que emanaba de mi móvil me hizo detener. Un mensaje de texto esperaba ser leído: “no hay clases por disposición oficial”, frase que estaría presente durante varios días. Paré en seco, ya no había prisa; regresé a mi cama a encontrar el sueño perdido, no me importó el motivo.

Después de un apetecible sueño, recobré fuerzas para desplazarme a mi empleo en Mazarik 111 en la colonia Polanco, el calor era insoportable a las dos de la tarde. Llegué a la plaza pero algo no era normal. Los gerentes de los restaurantes se encontraban reunidos, como señoras que suben a tender la ropa a la azotea, se encontraban nerviosos por una incertidumbre. No entendía que pasaba hasta que un compañero me informó del tema que al día de hoy es de dominio público: nos había atacado una rara enfermedad y dentro de las disposiciones se prohibía la aglomeración de las personas, punto importantísimo para el negocio donde debía laborar.

Alrededor de las 18:00 horas se presentó a la tienda Miguel Pérez, un representante de salubridad invitándonos a cerrar el establecimiento por motivos de salud pública, dado que la gente no debía de tener opciones para aglomerarse. Accedimos de buen modo, con eso de que hay operativos constantes en la delegación Miguel Hidalgo y clausuran negocios por razones ínfimas, se aceptó la cordial invitación.

Al día siguiente parecía que todo volvía a la normalidad. La gente convivía con naturalidad, se escuchaban los gritos de “joven” y los gritos de niños que querían un helado con chispas, cuando nuestro vecino, el bar Celtics cerraba apresurado a las 17:00 horas, demasiado temprano para un bar. Ni tardo ni perezoso, fui a enterarme de la razón: “que viene salubridad y que anda clausurando al local que esté abierto, ya me dieron el pitazo” me comunicó el responsable en turno.

Giré mi cabeza y observé al personal del CPK, un restaurante de pizzas invitar la cuenta a sus clientes y recogiendo sus sombrillas y mesas. La imagen que vino a mi mente fue la de los ambulantes levantando sus puestos, de mercancía china envueltos en sábanas plásticas azules, corriendo para esconderse en las tiendas establecidas, por que venia la “julia” y les quitaría sus pertenencias.

Entre gritos, sonidos de mesas y sillas arrastrándose, la plaza en cinco minutos estuvo limpia, como si no hubiera sido el campo de batalla, de miradas seductoras, inquisitivas o desaprobantes de lo que traes puesto, lo que te falta o te sobra, del último modelo de “Blackberry” que si es lo de hoy o no, que si no lo usas, no eres nadie, etc. Esos y otros ataques frontales cedieron.

Los días siguientes transcurrieron largos, el permiso que se tenía en todo Mazarik era el vender alimentos sólo para llevar, lo que ocasionó que las ventas cayeran en un 70%. Las puertas de entrada se veían con papeletas blancas pegadas con la misma frase: “Por disposición oficial permaneceremos cerrados” o ”Sólo para llevar”. Esto duró hasta el 7 de mayo, día oficial en que los restaurantes y cafeterías abrieron al público aunque con medidas preventivas, se nos informó que el uso de cubreboca y guantes de látex era obligatorio para todo empleado, una incómoda manera de laborar.

Esta extraña experiencia no ha terminado y el virus anda suelto confundiendo al cerdo, al mexicano y al humano, en lugar y tiempo, provocando el incierto y la desubicación, aunque en todos los casos se vendan piñas.

Cosechamos lo que sembramos


Breve reflexión

Por Sabina Sánchez León.

Primero las vacas locas, luego la gripe aviar y ahora la influenza porcina. ¿Es en verdad un castigo divino como mucha gente justifica estos terribles acontecimientos o simplemente una mutación inexplicable de la naturaleza? Señoras y señores disculpen mi atrevimiento pero no creo que lo que vivimos hoy en día en nuestro mundo sean meramente cuestiones del azar. Es momento de dejar a un lado las quejas y lamentos, al comenzar a reflexionar acerca de por qué las tragedias nos caen del cielo.
Todo acto conlleva una consecuencia, esto es una ley universal. Tirar basura en la calle “sin pasar nada”, explotar a los animales para el consumo humano “tampoco pasa nada”, dejar la llave del agua abierta y sigue sin “pasar nada”. ¿Realmente no está pasando nada? El calentamiento global ¿es un mito o una profecía anunciada?

Los mexicanos en especial, ante recomendaciones del cuidado del medio ambiente y de trato entre nosotros como seres sociales, tendemos a decir ¡ay qué exagerados, si no pasa nada!, cuando en realidad estamos alimentando todos nuestros males. Por ejemplo, tomando en cuenta las actuales “malas influencias” que han azotado a nuestro país y a otros, ¿sabías que las vacas locas no nacieron locas sino que fue el resultado de alimentarlas con harinas hechas de restos de ganado ovino y caprino a nivel masivo para su más pronta engorda? La Organización Mundial de la Salud (OMS) y expertos de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO por sus siglas en ingles) como el Dr. Samuel Jutzi, director de Producción Animal y Sanidad, tienen la certeza de que enfermedades como la de las vacas locas, la gripe aviar, la ahora llamada influenza humana (antes denominada porcina) así como otros subtipos de virus altamente contaminantes y mortales que han saltado la barrera de las especies, tienen que ver directamente con la domesticación, crianza y manipulación a gran escala de animales de consumo.

La demanda humana de alimentos cárnicos no sólo provoca directamente el sufrimiento y la muerte de billones de animales cada año (su encierro traumático en espacios diminutos, viviendo sobre sus propios excrementos, bombardeados con antibióticos, entre otras prácticas sumamente crueles), amenaza la salud de nuestro planeta y la propia de muchas maneras que ni imaginamos. Es bien sabido que la industria de alimentos contamina el suelo, el aire y el agua, generando un caos ambiental considerado de carácter irreversible. El estrés de millones de animales tratados de esta manera aunado al producido por los actuales modos de vida humana, impacta el sistema inmunológico de ambos formando la base ideal para la próxima pandemia mundial. La crueldad con los animales está directamente relacionada con el deterioro de la convivencia humana. Estamos labrando nuestro propio fin y el de los demás seres vivos del planeta. Habremos de recordar en palabras de Ghandi, que “la grandeza de una nación y su progreso moral se pueden juzgar por la forma en que son tratados sus animales.”

Ni modo, pareciera naturaleza humana esperar a que nos sucedan las tragedias para sentarnos a reflexionar y con suerte, comenzar a cambiar las cosas. Sin embargo, creo en la voz de Mercedes Sosa: “¿Quién dijo que todo esta perdido? Yo vengo a ofrecer mi corazón […] no será tan fácil, ya sé que pasa, no será tan simple como pensaba.” Es tiempo de cambios, no será fácil ni inmediato pero, es momento de volver a sembrar.



Por Alejandro Ramírez

“Sólo una cosa es segura: la contradicción entre peso y levedad es la más misteriosa y equívoca de todas las contradicciones.”
Milan Kundera

-¡Puff!
Miró a fondo las manecillas del reloj holgado en su muñeca izquierda, moviéndose con tanta calma como el oleaje pasajero del mar. Recordaba sus vacaciones en Puerto Vallarta y el poco menos de un metro que le faltó a sus manos, para sentir la tersura húmeda de la piel de la ballena que surgió como si nada del manto superficial de las olas. No entendía cómo había dejado atrás tantos recuerdos, y sin otra cosa en qué pensar, Briseida pasó el cigarrillo de marihuana sostenido entre el pulgar y el índice de su mano derecha. Volvió a mirar el reloj que no fue sino un regalo de su padre en una navidad de hace algunos años. La interrumpió el comentario casi perdido de Julián que se hallaba tendido en el reposet frente a la televisión encendida.

- Tsss… ¡Está chingón ese wacho! ¿Es original?
Exhalando sin prisa el humo del porro, meneó la cabeza a modo de afirmación, lo miró de reojo con una sonrisa pícara y devolvió la mirada para confirmar la hora.

- ¡Puta madre, son casi las diez! ¡Ya me abro!
Recordó que (una vez más no había vuelto a su casa después de tanto tiempo) era la tercera recaída y ya con calma empezaba a olvidar tantas promesas. Comenzaba a evitar con cinismo los rostros decepcionados de sus padres, de su hermana, su tía que tanto la había apoyado, era como si le diera vuelta a la hoja y lo dejara pasar sin ningún resentimiento. De pronto pensó que tantas terapias y pláticas en la clínica de San Miguel de Allende no tenían tanto fundamento. Escuchaba a lo lejos el eco de las voces casi extintas: las palabras como “enfermedad”, “recaída” o “grupos” le sonaban tan pasajeras que la levedad absoluta de su cuerpo, en vísperas del humo en su cabeza, perdían cada vez con más fuerza su significado. Quiso corregirse ella misma pensando en voz alta, imaginándose rodeada de todos aquellos y aquellas que quisieron ayudarla.

- ¡No estoy enferma carajo!
- Estás enferma de amor…
Le dijo Fer mientras cambiaba sin sentido los canales en la televisión.
- Tsss… chále, ¿eso qué wey?
Briseida se levantó del sofá abotonándose la blusa y a la vez en búsqueda de algo.
- ¡Carajo! ¿Dónde lo dejé?
- ¡Ándas, déjale ahí!
Levantó la voz Julián, mientras se sentaba emocionado al ver el programa.
- Bris, vamos a ver las luchas y ya te vas ¿Cámara?
- Nel, ya es bien tarde, no quiero que me vuelvan a mandar a San Miguel…
- ¡Ay no mames! ¡Estás bien lejos de tu cantón, mejor ahorita yo te llevo hasta allá!

Dudándolo por un momento, volteó a verlo con un poco de angustia, sintiendo entre rabia y placer por el hecho de quedarse unos momentos más. Eran momentos ya perdidos y bien sabía que sería más fácil, en un domingo, cruzar la ciudad entera en auto que esperar un transporte que tardaría horas en pasar. Lo pensó por unos breves segundos que se hacían cada vez más largos, volteó la mirada al televisor y extendió instintivamente su mano izquierda para aceptar el toque, no comprendió cómo sabía que estaba ahí, esperándola a ser inhalado, esperándola a sentir la calma, aguardando en su cabeza la multiplicidad de momentos. Recordó enseguida a su compañera Amelia, que decía que cada vez que se metía un toque entraba al televisor, le encantaba ver los programas de National Geographic porque según ella “visitaba los lugares”, “los tocaba”. En alguna ocasión le confesó que se quedó atrapada en el televisor. No sabía cómo había sido rescatada, pero cuando recuperó el raciocinio, estaba tendida en un camastro en el jardín de una clínica contra las adicciones en San Miguel de Allende.

- Tsss… ¡ps ya estás! pero me llevas ¿¡eh cabrón!?
Le dijo en tono amenazante. Se acomodó de nueva forma en el amplio sillón de piel fría, acomodó su cabeza en el brazo acojinado y estiró sus piernas que terminaban en ese par de pies descalzos casi escuálidos, un tanto pálidos. Se miró con detenimiento el tatuaje en el tobillo, cuya forma de luna le recordaba los días y las tardes pasajeras en el tianguis del Chopo. Su frivolidad al recuerdo la hacía una mujer cada vez más antipática: la sensibilidad “se la lleva el carajo”, decía casi todos los días, y esa mañana en especial, más que todos los demás. Ajustó la mirada al cigarrillo que estaba a punto de terminarse, miró con detenimiento las ondas desprendiéndose con lentitud y calma de sus dedos, los cuales no dudó en llevarse a los labios y aspirar muy dentro, dentro de su mano, del Calvin Klein holgado en su muñeca, del departamento perdido en la colonia Portales, del televisor encendido, de las imágenes de su pasado, del encierro. Todo había sido por el encierro. Una vez más con frivolidad, exhaló de un golpe tales pensamientos. Observó a los hombres enmascarados dando vueltas en el cuadrilátero de su cabeza, cerró sus ojos y se rindió dejándose llevar con la misma levedad que unos momentos antes la apartaba de la significancia del mundo.

Levantó su mano y pidió una cerveza al vendedor más próximo, uniformado con una especie de guayabera blanca, cuyos botones centrales aprisionaban la desperdigada barriga. El sujeto tomó del piso la helada botella de vidrio, destapó la corcholata dejando escapar el humo de la boquilla y la vertió enseguida en el vaso de papel plastificado por dentro. La tomó hasta el fondo, la bebió para aplacar esa sed terrible de angustia, le llamaron la atención los gritos de la porra del bando de los rudos, ubicada a sus espaldas, unos niveles por encima de ella. Vio a unos diez sujetos, algunos con máscaras, otros sin ellas, encerrados por una tela de malla que les daba cierta protección, le llamó la atención uno en especial de brazos tatuados y cabello largo enrastado, con camisa a cuadros y manga corta gritaba con más ánimos a la par de todos aquellos enloquecidos por el estrépito de la adrenalina y el coraje. Era como si se encerrara en una jaula de gente enardecida, en donde cada persona se desataba, se desenmascaraba, expulsaba la lujuria, la sodomía, todo aquel pensar y sentimiento aprisionado. Era un acto de liberación y Briseida a los pocos minutos de presenciar a los enormes cuerpos dando vueltas y piruetas por el aire, cayendo una vez tras otra, golpeándose con tanta gracia y elegancia al parejo de los gritos ensordecedores de los maníacos, sintió un vacío irreversible en el fondo del estómago. Pudiera ser el olor a la grasa de las palomitas de maíz que infestaban la entrada del enorme salón de la Arena México. No entendía si era un vacío a causa del hambre, de las tortas de jamón envueltas en una bolsilla de plástico empacadas todas en los hombros de otro vendedor de guayabera blanca, o era quizá el vértigo de la verdad. El vértigo del sufrimiento de cada caída, o mejor dicho cada recaída. Se sintió abatida de bruces en el telón azul-elástico del cuadrilátero. Sentía que cada cuerda era un escalón a la libertad, a una libertad disfrazada porque “ah cómo dolía cada caída”: sentía el choque ardiente de su cuerpo al contraste con el piso, porque si bien esas cuerdas asemejaban el camino a una libertad absoluta, cada golpe ensordecía el despecho de sus amores, el coraje de volverse un blanco fácil de las peleas frecuentes de sus padres, el desprendimiento acelerado casi arrancado de su hermana porque cuando ella partió de casa tuvo que soportar el caótico mundo irreparable de la locura insólita de su familia. Quizá era eso, cada vez que incorporaba a su cuerpo el humo mediático de su adicción, se volvía impertérrita y no era otra cosa salvo un descanso. Un descanso del mal humor, de los gritos, de la rabia callada, aguardada tan adentro que le resultaba cada vez más difícil expulsar. “La sensibilidad se la lleva el carajo”, repetía una vez tras otra mientras daba vuelta a la hoja. Se levantó del asiento de plástico sujeto al piso, en absoluto, carente de comodidad alguna. Salió de la fila de asientos, dirigiéndose al pasillo más próximo y caminó en orientación al cuadrilátero, tropezó de repente con otro sujeto de guayabera blanca en cuyos hombros llevaba un cartón con papas fritas y chicharrones “Sabritas” que cayeron al piso desperdigadas por todos lados. Sin prestarle importancia se acercó a las cuerdas, en ese momento un enmascarado se hallaba con la cabeza tendida a la orilla del cuadro, su cabeza en el aire volteó y miró a Briseida con extrañeza. Sus ojos la encontraron, y ella lo encontró a él. No perdió ni un segundo, quería abrazarlo, sujetarlo para no soltarlo en el resto de sus días, con locura insólita se arrojó abriendo las palmas de sus manos y estirando sus brazos con el deseo inagotable de guardarlo para ella.

- ¡Puta madre Fer! No se despierta, ¿Qué hacemos?- Briseida, parpadeó por unos instantes y meneó la cabeza.
- ¿Qué pasó cabrón? ¿Ya nos vamos?
- No inventes Bris, yo pensé que ya te nos andabas quedando en el viaje…
Exclamó Fer en un tono de alivio.
- ¡Nel! Todavía aguanto un toque más.
Metió la mano debajo del sillón buscando sus zapatos y halló su celular apagado:
- ¡Ay a huevo, ya lo encontré! Ahora sí ya vámonos ¿No?...

No sólo en Europa



Por Alejandra Reynoso Garzón






La Gastronomía y el cine mantienen una estrecha relación. Hay muchas películas que giran en torno a la comida o aunque no se trate el tema directamente, hay escenas que se nos quedan grabadas y despiertan nuestro apetito.
Se me viene a la mente la película francesa de los setenta llamada L´aile ou la cuisse (Muslo y pechuga). Esta trata de Charles Duchemin quien edita anualmente la guía gastronómica que lleva su apellido, eleva los mejores restaurantes y condena a los peores a la ruina. El minucioso gastrónomo acude disfrazado a los locales a comer, para que no le den gato por liebre. Aspira a que su hijo siga su misma profesión, pese a que su secreta vocación es la de payaso de circo. Ambos, padre e hijo, se ven enredados en el complot de un tipo que desea abrir una cadena de restaurantes de autopista, y necesita saber cuáles son los restaurantes mejor valorados de la próxima edición de la guía para así reemplazarlos.

Hay momentos cuando el personaje de Charles está disfrazado o en la secuencia en que un "fontanero" se cuela en su despacho (indudable juego de palabras con la guía Michelin) para practicar espionaje gastronómico. Es una divertida comedia de Louis de Funès, escrita y dirigida por Claude Zidi.

Películas como ésta se pueden ver en festivales dedicados a estos temas, como el Cinegourland en España y el Slow Food on Film en Italia. Para sorpresa de muchos existe un festival así en México llamado Huatulco Food and Film Festival.
El espectáculo comprende una sección de concursos profesionales de Gastronomía y de cortometrajes, retrospectivas de diferentes culturas, proyecciones seguidas de degustaciones al aire libre así como talleres de cine y Gastronomía. Las degustaciones al aire libre refieren a platillos proyectados en las diferentes películas elegidas.

La idea del festejo es crear un espacio para mostrar obras cinematográficas tanto documentales como de ficción, que de alguna manera se relacionen con la comida o traten sobre tradiciones gastronómicas así como convocar en un mismo evento a aficionados del cine y la Gastronomía, convirtiéndose en una excelente alternativa para quienes disfruten de ambas disciplinas.

La entrada al festival es libre al igual que las degustaciones y aunque las fechas aún no son seguras, la 4ª edición del festival tendrá lugar en noviembre, ofreciendo una oportunidad que no se debe dejar ir.

¡Callejera por excelencia!



Por Rosa Leyva Uribe

Sería negarse como mexicano nunca habérsela comido, siquiera visto o admirado y es que vamos por cualquier avenida y la encontramos. Se nos antoja y hasta babeamos, ¿a poco no? nadie puede resistírsele cuando la tienes de enfrente. A la garnacha nadie le hace el “fuchi”, al menos yo no.

Según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua, garnacha es una “especie de uva roja que tira a morada, muy fina, de muy buen gusto y muy dulce”, pero en su acepción mexicana significa: “tortilla gruesa con salsa de chile y otros ingredientes”.

Para algunas personas garnacha es cualquier antojito vendido en la calle, ya sea sope, huarache, flauta, gordita, taco y la lista continúa. La encontramos en la mayoría de regiones del país en diferentes versiones, teniendo alguna como protagonista, por ejemplo en Yucatán encontramos panuchos, en Michoacán gorditas y en el DF tacos al pastor y quesadillas.

Veracruz es el lugar ideal para consumir garnachas, y si no me creen existe un pueblo llamado Rinconada, muy popular y conocido como la “República de la garnacha”. Ahí no hay cuadra sin antojerías donde se pueden disfrutar al por mayor. Ello explica que en esta comunidad la mayoría de las familias se sostengan de las actividades que la misma venta de garnachas requiere, como son las tortilleras, carniceros, taqueros, refresqueros, entre otros.

Actualmente el pueblo se encuentra severamente afectado por la construcción de un libramiento en la carretera Xalapa-Veracruz, disminuyendo un 70% de la venta en las garnacherías, provocando una crisis entre los habitantes. Como propuesta para apoyar la economía de las familias, el gobierno y sus habitantes analizan la idea de realizar una “Expo-garnacha” a fines de junio, terminando el carnaval de Rinconada.

Preparar una garnacha estilo rinconada es muy sencillo. Sólo se necesita freír una tortilla, aderezarla con salsa, agregar carne deshebrada y cebolla picada. También las preparan con frijoles y papas picadas. Obviamente se pueden adaptar al gusto, al momento y al lugar, así que por favor no te resistas a ella, aunque sea callejera.

Chicharrón y carnitas ¿Quiebran?



Por Cyndi Jiménez Mendoza

¿Que la influenza no se qué? ¿Que ahora hay que tomar precauciones? ¿Que lo que pasó no fue cierto? Pero de todo esto hay que enfocarnos en algo muy importante: ¿qué culpa tienen los cerditos, puercos, marranos, cochinos? Cualquiera que sea su denominación no justifica tanta matanza. No es justo.

Ante el pánico que causó la enfermedad contra la carne de cerdo, la Secretaria de Agricultura, Ganadería, Desarrollo rural, Pesca y Alimentación (Sagarpa), ha desmentido que por el consumo de cerdo se trasmita la enfermedad. El tipo de enfermedad que les da a los cerdos es la fiebre porcina, transmitida de animal a animal y se puede combatir con vacunas. En contra parte, la influenza porcina se puede trasmitir directamente de los cerdos a la persona a través del contacto con animales infectados, es decir, quienes corren un mayor riesgo son los criadores y exhibidores de puercos.

Hago referencia a esta información ya que me he preguntado ¿qué es lo que pasará con la cocina que utiliza cerdo? Un ejemplo es Michoacán, que ocupa el séptimo lugar en producción nacional de carne de cerdo. El mal manejo de información sobre fiebre porcina e influenza porcina ocasionó que el consumo de carne decayera resultando en una sobreproducción de carne.

Los porcicultores junto con Sagarpa han implementado estrategias para recuperar las pérdidas que ascienden a los 500 mil millones de pesos al mes (casi el 80% del total) con la finalidad de ajustar los niveles de producción. También se tiene contemplado almacenar canales en red de frío y donar 10 mil cerdos o más para realizar eventos de degustación.

El comercio mundial de carne porcina asciende a los 26 millones de dólares por año, donde México ocupa el décimo séptimo lugar en la exportación e importación. Por el momento el precio del cerdo es de 20 pesos por kilogramo, traduciéndose estadísticamente como una crisis económica para el país así como con el cierre de posibilidades para la exportación de carne de cerdo.

Esto sólo es un breve cúmulo de información, sin embargo considero que es importante mantenernos al tanto de lo que ocurre acerca al tema, dado que somos consumidores de muchos productos que se hacen con carne de cerdo.

Un dulce recuerdo

Por Adriana Medina


Rodeada de espejos, puertas de madera talladas a mano y vitrinas que evocan a la época del porfiriato, se encuentra la Dulcería de Celaya. Un lugar nostálgico que remonta al México del siglo XIX a todo el que traspase sus puertas. Fundada en 1874 por la familia Guisar, en la calle 5 de Mayo alberga una gran variedad de exquisitos dulces que se confeccionan de manera tradicional con mortero, cazo de cobre y pala de madera. El moldeado y decorado es manual, lo que garantiza un producto 100% artesanal.
Es un local pequeño y vistoso con letrero muy antiguo que identifica al establecimiento, en la entrada se ubican dos aparadores con enormes cristales biselados que muestran parte de las maravillas que se venden en el lugar.

La impresión al entrar es de asombro, debido a que su mobiliario es muy antiguo, elegante y se encuentra en perfectas condiciones. En el mostrador hay unas básculas donde pesan las delicadas piezas que lleva la clientela y la caja registradora parece tener más de un siglo. Las vendedoras van colocando los dulces que piden los consumidores en una charola pequeña para después pesarlos y envolverlos.

Dentro de las vitrinas reposan las preciadas golosinas, que más bien parecen joyas exhibidas en charolas de plata. Hay cerca de 90 variedades de dulces como manzanitas de coco con leche, turrones de fruta, yema y almendras, huevos reales, escandinavos (merengues de almendra), mazapanes, encaneladas (buñuelos), cajeta, rompope, gaznates y pastel envinado, por mencionar algunos.

Todas sus recetas fueron obtenidas de los conventos en la época colonial y han permanecido sin cambios desde su apertura.

No debo dejar de mencionar que el aroma que emiten los dulces es delicioso y delicado razón por la cual es imposible resistirse a degustarlos. Es como probar un pedacito de nuestro México antiguo. Sin duda alguna la Dulcería de Celaya nos ofrece toda una experiencia gustativa, olfativa y visual que se reproduce en una sinfonía de colores, sabores y aromas. Una experiencia inigualable a los sentidos que no podemos dejar pasar.

Turistas en peligro de extinción


Por Elizabeth Vázquez Tapia



Debido a la información sobre la influenza en los medios de comunicación, tenemos idea del impacto en el sector turístico y restaurantero de nuestro país, pero sólo son datos estadísticos.

Cancún es uno de los destinos turísticos más importantes y de esta industria depende totalmente su economía, que en estos momentos está siendo seriamente afectada. Por esto, sería interesante conocer el punto de vista de alguien de la industria hotelera directamente afectado por ésta situación. Diego Ayala Barajas, Chef de Partie en el Hotel Valentín Imperial Maya, licenciado en Artes Culinarias egresado de L'ecole des Chefs Cancún Quintana Roo y diplomado en Organización de Eventos por la Universidad Iberoamericana, narra la situación.


Comalote: ¿Cómo se encontraba la situación turística antes del problema?Diego: Comenzamos el mes de abril con una buena ocupación. Tuvimos llegadas de diversas partes de Europa, sobre todo de España, Francia y Alemania, también de Estados Unidos y Canadá. Todo este mes iba a ser algo movido, pues se tenían programados eventos privados, grupos y bodas. Un mes de trabajo arduo y seguro, pero todos sabíamos que en el mes de mayo y junio la ocupación tenía que disminuir, pues son meses relativamente bajos. Antes de que se hiciera publica la noticia de que en la Ciudad de México se habían reportado casos de gripe porcina, la Riviera Maya se encontraba con una ocupación promedio del 80% y todo transcurría con normalidad, pintaba para un fin de mes con muy buena ocupación.
C: Cuando se dio la noticia ¿Cuál fue la reacción de los huéspedes y de los trabajadores?
D: Al principio todo era normal, pero cuando nos enteramos que el virus de la influenza ya se había convertido en pandemia, se hizo presente la preocupación y miedo de los huéspedes. Comenzaron las cancelaciones: al principio eran sólo internas (en el spa y algunas visitas a centros arqueológicos), después se cancelaron algunas cenas románticas diseñadas para los “lunamieleros”, inclusive hubo algunos que ya no querían salir de sus habitaciones.
Por otro lado, la mala o poca información provocó en los pasillos de la cocina las habladurías del personal. No faltaba quienes decían que el hotel iba a cerrar, otros comentaban que iban a ser despedidos por su corta antigüedad, o los que aseguraban que sólo era un invento del gobierno para distraernos, pero al final de cuentas eran chismes de pasillo.
El director general convocó a una junta urgente a todo el personal de confianza. En ella se nos explicó que era lo que estaba pasando y las medidas que se iban a tomar en los próximos días.

C: ¿Se tomaron medidas sanitarias distintas a las habituales, cuáles?D: Se trató de calmar la situación tan tensa que se vivía en el hotel. Asi que lo que hicimos primero fue informar a todo el personal lo que realmente estaba aconteciendo en el país y en el hotel para terminar con los chismes del "radio pasillo".
Posteriormente, anunciamos las medidas higiénicas primordiales: lavarse las manos las veces que fueran necesarias (acción que hacemos a diario en cocina) no saludar de mano ni de beso y usar durante todo el día un cubreboca de tela que nos era previamente entregado. De alguna manera fue contraproducente ya que al vernos con el cubreboca los huéspedes preferían no quedarse a cenar y se retiraban a sus habitaciones.
. C: ¿De qué manera afectó todo esto en cuestiones laborales?
D: Comenzamos a ver la falta de huéspedes en nuestros centros de consumo. La gente prefería solicitar room service (servicio a la habitación) en vez de salir. Por suerte el hotel es todo incluido y mientras el huésped tenga reservación, el trabajador sigue ganando aún si no sale de su cuarto.

En sólo unos días los huéspedes comenzaban a regresar a su país de origen. Nos enteramos que el hotel vecino ya se encontraba a un 10% de ocupación y que en Cancún muchos hoteles iban a cerrar por falta de turistas. Otros estaban despidiendo al personal de nuevo ingreso o adelantaban vacaciones. En nuestro hotel no hubo ninguna baja, lo único que se pidió fue un apoyo solidario: permisos sin goce de sueldo, para bajar los costos de nomina.

C: ¿Cómo está siendo afectada en general la industria hotelera del estado?D: La baja ocupación es un problema que a todo el sector turístico, especialmente el hotelero, le urge solucionar. Hace poco se convocó a una junta con los hoteleros y el gobierno del estado para proponer medidas que ayuden a la recuperación del flujo de turistas.

Al parecer se va aplicar una medida que consiste en entregar a los turistas que lleguen al estado de Quintana Roo un documento firmado por la asociación hotelera y el gobierno estatal donde se les garantiza que durante su estancia en el estado no serán contagiados con el virus de la influenza, de lo contrario se les reembolsara el total del costo de su viaje, además de otorgarles 3 cortesías para vacacionar de manera gratuita, pagadas por el destino que hayan visitado.

Sin la intención de sonar fatalista, todo indica que esto sí es una situación delicada en cuestión turística y por consiguiente para las personas que dependen económicamente de esto. Sin embargo muchos parecen optimistas ante la situación y continuarán con iniciativas para recuperarse, lo malo es que no se presta atención al turismo nacional y todo está siendo enfocado hacia los extranjeros, por lo menos en Cancún.





Cócteles para los días de ocio

Por Clara Hernandéz





- ¿Qué pasó vecina, qué dice de nuevo? A ver si nos vemos en estos días de ocio y cuarentena ¿no?
Fue el mensaje que me despertó a las 11 de la mañana del pasado miércoles 29, a lo que sólo pude contestar “va” para seguir durmiendo. Una hora más tarde y recordé el mensaje de mi amigo, lo volví a leer y pensé en lo larga que sería la tarde si me la pasaba sola encerrada en el depa ¿Por qué no? Finalmente ya tiene un buen que no lo veo.
- Lánzate- una invitación breve pero concisa. Yo creo que más tardó en llegar el mensaje que lo que tardó en llegar mi vecino.
-Ya estoy abajo- respondió al mensaje.
Salí a abrirle, nos saludamos muy afectuosamente (recuerden que es mi amigo) y lo invité a pasar. Estuvimos hablando un poco del tema que andaba de boca en boca: “que si es un chisme del gobierno”, “que si ya me jodí porque ya no voy a encontrar trabajo en lo que quiero”, “que si el virus ya mató a no sé cuanta gente”, un poquitin de todos los chismes y noticias inventadas.
Como hacía mucho calor y la plática iba para largo le invite un trago.
- ¿Un licorcito?
- ¡Cómo no!
- Almendras, café, mora, membrillo. ¡Ah, mira! tengo un vinito tinto o una agüita de coco con Malibú.
- Mmm… agua de coco, a ver qué tal.
- ¡Ay sí, qué sano!
- Bueno, primero el agua para el calor y luego el vinito.
Tomé la botella de Malibú, la puse en la mesa, saqué una lata de leche de coco y unas fresas que había lavado y desinfectado previamente (claro, porque soy una cocinerita). Piqué las fresas y las puse en la jarra con unos hielos, agregué la leche de coco, agua y un, dos, o tres chorritos de Malibú (bueno, perdí la cuenta, pero pónganle a su gusto).
Seguimos platicando del tema “que si era una tranza”, “que si era en serio”, nunca lo supimos, pero el agua se acabó y tuve que inventarme otro coctelito. Esta vez era el turno del vino tinto. No era la gran cosa “Concha y Toro de Cabernet- Sauvignon”. Lavé la jarra, le puse unos hielos y a falta de agua mineral y limón le puse una Fresca de lata que encontré en el refri, unas cuantas uvas perdidas del frutero y una manzana picada en cubitos.
- ¡Salud!- le dije a mi vecinito, dando continuidad a la plática que llevábamos.
Una vez más se nos terminó la bebida, ya no hacía calor pero nosotros estábamos un poco abochornados por los efectos del alcohol.
- Como que hace calor, ¿no?- me dijo mi amigo un tanto sonrojado.
- Aja, ¿otro coctelito?
- ¡Va!
- ¡Uy, pero ya no tengo hielos, refresco, jugo ni nada!
- Pues vamos a la tienda.

Salimos al Seven, sin cubreboca porque ya con el vinito la influenza nos hacia los mandados. Tomamos hielos, unos emparedados y agua mineral (que fue para lo que dio el presupuesto de mi amigo, porque recuerden que estamos en crisis). Regresamos al departamento, puse los hielos en el refri y pase lista a lo que tenía en la despensa.
- ¿Ahora qué preparo?- pensé un poco preocupada. Saqué unas almendras, coco rayado y miel. Lo puse en la licuadora con suficiente leche, hielo y licor de almendras (¡un buen licuado, eh!).
Acompañamos esta rara pero deliciosa mezcla con los emparedados. Nos duró muy poco y tuve que inventarme otra cosa.
- ¿Has probado el licor de mora?
- No.
- Lo compró mi papá en Puebla, en el pueblito donde nació Capulina, Chignauapan. Está bien bueno, mira.
Serví un poco en cada vaso con dos hielos cada uno, lo tomamos muy despacito y al terminar de probarlo comenté:
- Bueno ya, porque es bendito.
- ¿Por qué está sagrado?
- Pues… ya ves, lo bendijo el Papa.
- Ah.
En realidad no le quería decir que además de ser artesanal era mi favorito y no pensaba acabármelo ese día.
- Tengo este de membrillo, pero está súper fuerte.
- A ver.
Llevé otros vasos limpios y mas hielo, mi amigo sirvió un poco a cada uno y comentó:
- ¡Está muy dulce!
- Pero está bien bueno. Un amigo de mi papá se lo regaló, pero como ni se lo toma, me lo robé.
Mientras decía esto, mi amigo se servía un poco de agua mineral para acompañar el licor. Le pedí un poco y ¡wow!, quedó genial. Seguimos tomando de esta combinación y hablando un poco de los viejos tiempos: “que si te acuerdas de esto o de aquello”, “que si habría que vernos más seguido”. Terminamos con una buena peda, pero ni modo eso fue lo que el ocio nos dejó.



Empacando a España

Por Suyin Ramgar Torres

















España es el destino próximo de muchos estudiantes del Claustro que aún con el temor ante las recientes restricciones sanitarias, la discriminación y la creciente tensión en el sector de Alimentos y Bebidas en el mundo entero, no ven las cosas sencillas.

Entre la locura de trabajos finales, los que no tuvieron tanta suerte y presentarán extraordinarios, y otros que nos urge terminar el semestre para poder tratar de descansar o simplemente no hacer ni preocuparse por nada más que en algunos casos, las prácticas profesionales.

Otros están con cosas como el equipaje, los boletos de avión, que no se les olvide nada y cargan hasta con el perico. Pero la mayor preocupación ahora es ¿su certificado médico, la cartilla de vacunación? Bueno, aunque a la mayoría no se lo han pedido, se puede volver un requisito de viaje y sobre todo para el destino al que van. “Se pondrá rudo”, me dice Gama mientras comenzamos a hablar de su próximo viaje. Gamaliel Camey es uno de los estudiantes de Gastronomía que actualmente cursa el 8° semestre y que como muchos de nosotros, pretende probar suerte en el Viejo Continente.

Comalote: ¿Siguen los planes de irse a España?
Gamaliel: Sí, me voy el 25 de Mayo.
C: ¿Y a qué lugar irás?
G: Al restaurante de Martin Berasategui, en La Sarte.
C: ¿Cuánto tiempo?
G: Serán tres meses, regreso el 22 de Agosto.
C: ¿Y cómo van con los trámites y la escuela?
G: Pues hasta ahorita no hemos tenido problemas, cuando empezó esto de la influenza nos dijeron que probablemente se cancelarían las prácticas y pensé, “No me importa, yo me voy aunque sea de mochilazo” (risas). La verdad sí creí que ya no me iba, han cancelado un buen de viajes, sobre todo en playa que es donde más les ha pegado por eso del cierre de hoteles. A nosotros no nos pidieron certificado ni nada, pero hubo otro restaurante de España que si habló a la escuela y lo pidió, pero ellos nos dijeron que mientras no les hablaran para pedírselos, que no había problema.
De la escuela la verdad no tengo queja, nos ha ayudado para que entreguemos trabajos antes y los profes no nos pongan trabas. En eso sí nos ha ayudado bastante.
C: ¿Y qué sabes de la zona a la que vas?
G: Pues una de mis tías que viaja mucho para allá, me dijo que era la zona vasca y que la verdad ahí, son muy cerrados de esos que en cocina te gritan de una esquina a otra para que todo el mundo se entere que hiciste algo mal. Imagínate que pasará ahora que casi queman los utensilios con los que comen los mexicanos. Lo que pienso hacer cuando comiencen a tratarme mal es estornudarles o toserles (risas). No, no es cierto, pero pues espero que no se dé el caso. Lo que nos han dicho es que al lugar al que yo voy, el 70% son de otra nacionalidad, pero las cabezas, son españolas. Ojalá no tengamos muchas broncas, ya te contaré después.
La travesía está en puerta y sólo nos resta desearles suerte, paciencia. Creo que no les caería mal una buena dotación de cubrebocas y gel desinfectante, digo, por sí el virus pretende reforzarse en México.

Influenzario Colectivo

A Javier con cariño.

Por Julieta Cruz López

Tras haber vivido en el foco del brote de la influenza aquellos que se desenvuelven en el área de alimentos y bebidas, pasaron por momentos de crisis, surgiendo ideas prontas por doquier en torno al tema. El texto que presento a continuación refleja pensamientos, situaciones y sentimientos del imaginario colectivo de aquel momento y quizá, del actual.
¡Pues ni que hubiera sido yo el que tuvo influenza! Ahorita fácil me estaría llevando unos, ¿qué te gusta? Pues así a lo menos, unos $500 en caliente, así de puras propinas.

Ahora ya me quedé sin chamba, ni pedo pues no hay cómo hacerle. Lo bueno es que mi vieja ya está vendiendo pasteles, lo chido es que ella estudio para Chef y ya anda ahí dándole duro pa’ darle de comer a los chamacos, yo estoy pensando si seguirle en esto de la mesereada, porque hay que andar así de tacuche, sonriéndole a los niños de papi, todo para que te dejen una buena propina y tanto esfuerzo para que a veces te dejen nada más un cinco por ciento, ¡bola de ojetes!

Ora estos días me quedé en mi casa con mis chavitos, ahí les marqué a unos compas y se trajeron las chelas, ahí estábamos requete a gusto, que los dulces pa’ los niños, jugando con el Xbox, pedimos pollo del Kentucky y pues más chelas, las caguamas, los caguamones, hasta perdí la cuenta, y en eso ¡madres! Al otro día no me podía ni parar del dolor de cabeza que tenía, empapado por la fiebre, no me salía la voz y en eso pensé: ya valí madres, ¡la influenza! Estaba ya todo asustado cuando de repente me dieron retortijones y córrele al baño, ¡no maa! diarrea, vómito, todo se me juntó. Se me hace que ha de haber sido el pollo, ¿a ver ahí quién nos asegura que la comida la prepararon higiénicamente? Todo por sus medidas “preventivas”. Ya parece que con andar usando un cubreboca, se nos van a quitar esas pinches mañas de andar escupiendo en la calle o estornudándole en la jeta al de al lado, ¡es mera educación lo que nos hace falta! somos cabrones, ¡pues mexicanos habíamos de ser! Yo digo que se dejen de pendejadas y mejor se compren un cubrecara en lugar de un cubreboca, ¡por feos!
Pues así las cosas y luego de quedarme un día así en la cama comiendo caldo de pollo de enfermos, pues que estaba viendo la tele y que sale la “cumbia de la influenza” esos carnales ya nada perdonan, pero está buena la tonadita: “Ya mejor que te dé un sida, un cáncer, o comezón.Hoy más vale ser suicida con taquitos de pastor, porque dicen que es la gripa perfecta…” Sí, ¡está chida! de tanto que la escuché pues ya hasta me la aprendí.
Bueno entonces que mi “Julight”, ¿me prestas una lana? Ándale, que es para llevar a mi jefa a comer en su día ahí a la birria de La polar y si te mochas, pues también para comprarle a mis chamacos el tal “Achufy”, el peluche ese azul quesque la mascota de la influenza. (sic)
Por Ulises Moreno






Huech, armado, mulita o ayotochtli es el nombre que recibe el dasipódo (Dasypodidae) conocido vulgarmente como armadillo. Animal que se cocina desde tiempos remotos por los antiguos habitantes del Valle del Mezquital. No solamente ofrece sabores exquisitos al paladar, sino que también es una entrada económica alterna para los lugareños de la región. Para la Feria Gastronómica de Santiago de Anaya, las autoridades municipales abren quince días antes un periodo de cacería de algunas especies, como las que habrás leído el número anterior de “El Comalote”.
El armadillo es un ingrediente restringido con un sabor similar a la carne de puerco. Se caracteriza por poseer un caparazón dorsal formado por placas yuxtapuestas ordenadas en filas transversales, una cola bastante larga y extremidades cortas. Algunas personas del Valle del Mezquital lo preparan para su venta durante la Feria en distintas formas: mixtote, ximbó, mezclado con flores y claro, acompañado de salsa. Su precio va desde 30 pesos el taquito hasta 600 pesos el animal entero ya sea cocinado o vivo (si lo prefieres).
Estos animales viven entre doce y quince años. Se alimentan principalmente de hierbas y vegetales, aunque también llegan a consumir insectos, huevos de ave o reptil. Debido a lo anterior, existe el mito de que puede llegar a ser nocivo gracias a las “sustancias tóxicas de su sangre”, por tal motivo se desangra antes de cocinarlo a manera de prevención.
Cuando es capturado, es necesario “curarlo” dándole de comer verduras y mantenerlo en observación para que no presente síntomas de rabia o alguna otra enfermedad. Se cazan de noche con la ayuda de una lámpara, aunque algunos utilizan perros, pero no es muy recomendable ya que llegan a destrozar a la presa a menos que el cazador se encuentre cerca de ellos para evitarlo. En el caso de que el animal “encueve” es imposible sacarlo de su madriguera puesto que la profundidad de ésta llega a ser de más de tres metros de profundidad.
Te recomiendo eches un vistazo en lo anterior antes de comer ese taquito que seguramente te hará agua la boca de sólo olerlo.