Breve reflexión
Por Sabina Sánchez León.
Primero las vacas locas, luego la gripe aviar y ahora la influenza porcina. ¿Es en verdad un castigo divino como mucha gente justifica estos terribles acontecimientos o simplemente una mutación inexplicable de la naturaleza? Señoras y señores disculpen mi atrevimiento pero no creo que lo que vivimos hoy en día en nuestro mundo sean meramente cuestiones del azar. Es momento de dejar a un lado las quejas y lamentos, al comenzar a reflexionar acerca de por qué las tragedias nos caen del cielo.
Todo acto conlleva una consecuencia, esto es una ley universal. Tirar basura en la calle “sin pasar nada”, explotar a los animales para el consumo humano “tampoco pasa nada”, dejar la llave del agua abierta y sigue sin “pasar nada”. ¿Realmente no está pasando nada? El calentamiento global ¿es un mito o una profecía anunciada?
Los mexicanos en especial, ante recomendaciones del cuidado del medio ambiente y de trato entre nosotros como seres sociales, tendemos a decir ¡ay qué exagerados, si no pasa nada!, cuando en realidad estamos alimentando todos nuestros males. Por ejemplo, tomando en cuenta las actuales “malas influencias” que han azotado a nuestro país y a otros, ¿sabías que las vacas locas no nacieron locas sino que fue el resultado de alimentarlas con harinas hechas de restos de ganado ovino y caprino a nivel masivo para su más pronta engorda? La Organización Mundial de la Salud (OMS) y expertos de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO por sus siglas en ingles) como el Dr. Samuel Jutzi, director de Producción Animal y Sanidad, tienen la certeza de que enfermedades como la de las vacas locas, la gripe aviar, la ahora llamada influenza humana (antes denominada porcina) así como otros subtipos de virus altamente contaminantes y mortales que han saltado la barrera de las especies, tienen que ver directamente con la domesticación, crianza y manipulación a gran escala de animales de consumo.
La demanda humana de alimentos cárnicos no sólo provoca directamente el sufrimiento y la muerte de billones de animales cada año (su encierro traumático en espacios diminutos, viviendo sobre sus propios excrementos, bombardeados con antibióticos, entre otras prácticas sumamente crueles), amenaza la salud de nuestro planeta y la propia de muchas maneras que ni imaginamos. Es bien sabido que la industria de alimentos contamina el suelo, el aire y el agua, generando un caos ambiental considerado de carácter irreversible. El estrés de millones de animales tratados de esta manera aunado al producido por los actuales modos de vida humana, impacta el sistema inmunológico de ambos formando la base ideal para la próxima pandemia mundial. La crueldad con los animales está directamente relacionada con el deterioro de la convivencia humana. Estamos labrando nuestro propio fin y el de los demás seres vivos del planeta. Habremos de recordar en palabras de Ghandi, que “la grandeza de una nación y su progreso moral se pueden juzgar por la forma en que son tratados sus animales.”
Ni modo, pareciera naturaleza humana esperar a que nos sucedan las tragedias para sentarnos a reflexionar y con suerte, comenzar a cambiar las cosas. Sin embargo, creo en la voz de Mercedes Sosa: “¿Quién dijo que todo esta perdido? Yo vengo a ofrecer mi corazón […] no será tan fácil, ya sé que pasa, no será tan simple como pensaba.” Es tiempo de cambios, no será fácil ni inmediato pero, es momento de volver a sembrar.