jueves, 4 de junio de 2009

Cócteles para los días de ocio

Por Clara Hernandéz





- ¿Qué pasó vecina, qué dice de nuevo? A ver si nos vemos en estos días de ocio y cuarentena ¿no?
Fue el mensaje que me despertó a las 11 de la mañana del pasado miércoles 29, a lo que sólo pude contestar “va” para seguir durmiendo. Una hora más tarde y recordé el mensaje de mi amigo, lo volví a leer y pensé en lo larga que sería la tarde si me la pasaba sola encerrada en el depa ¿Por qué no? Finalmente ya tiene un buen que no lo veo.
- Lánzate- una invitación breve pero concisa. Yo creo que más tardó en llegar el mensaje que lo que tardó en llegar mi vecino.
-Ya estoy abajo- respondió al mensaje.
Salí a abrirle, nos saludamos muy afectuosamente (recuerden que es mi amigo) y lo invité a pasar. Estuvimos hablando un poco del tema que andaba de boca en boca: “que si es un chisme del gobierno”, “que si ya me jodí porque ya no voy a encontrar trabajo en lo que quiero”, “que si el virus ya mató a no sé cuanta gente”, un poquitin de todos los chismes y noticias inventadas.
Como hacía mucho calor y la plática iba para largo le invite un trago.
- ¿Un licorcito?
- ¡Cómo no!
- Almendras, café, mora, membrillo. ¡Ah, mira! tengo un vinito tinto o una agüita de coco con Malibú.
- Mmm… agua de coco, a ver qué tal.
- ¡Ay sí, qué sano!
- Bueno, primero el agua para el calor y luego el vinito.
Tomé la botella de Malibú, la puse en la mesa, saqué una lata de leche de coco y unas fresas que había lavado y desinfectado previamente (claro, porque soy una cocinerita). Piqué las fresas y las puse en la jarra con unos hielos, agregué la leche de coco, agua y un, dos, o tres chorritos de Malibú (bueno, perdí la cuenta, pero pónganle a su gusto).
Seguimos platicando del tema “que si era una tranza”, “que si era en serio”, nunca lo supimos, pero el agua se acabó y tuve que inventarme otro coctelito. Esta vez era el turno del vino tinto. No era la gran cosa “Concha y Toro de Cabernet- Sauvignon”. Lavé la jarra, le puse unos hielos y a falta de agua mineral y limón le puse una Fresca de lata que encontré en el refri, unas cuantas uvas perdidas del frutero y una manzana picada en cubitos.
- ¡Salud!- le dije a mi vecinito, dando continuidad a la plática que llevábamos.
Una vez más se nos terminó la bebida, ya no hacía calor pero nosotros estábamos un poco abochornados por los efectos del alcohol.
- Como que hace calor, ¿no?- me dijo mi amigo un tanto sonrojado.
- Aja, ¿otro coctelito?
- ¡Va!
- ¡Uy, pero ya no tengo hielos, refresco, jugo ni nada!
- Pues vamos a la tienda.

Salimos al Seven, sin cubreboca porque ya con el vinito la influenza nos hacia los mandados. Tomamos hielos, unos emparedados y agua mineral (que fue para lo que dio el presupuesto de mi amigo, porque recuerden que estamos en crisis). Regresamos al departamento, puse los hielos en el refri y pase lista a lo que tenía en la despensa.
- ¿Ahora qué preparo?- pensé un poco preocupada. Saqué unas almendras, coco rayado y miel. Lo puse en la licuadora con suficiente leche, hielo y licor de almendras (¡un buen licuado, eh!).
Acompañamos esta rara pero deliciosa mezcla con los emparedados. Nos duró muy poco y tuve que inventarme otra cosa.
- ¿Has probado el licor de mora?
- No.
- Lo compró mi papá en Puebla, en el pueblito donde nació Capulina, Chignauapan. Está bien bueno, mira.
Serví un poco en cada vaso con dos hielos cada uno, lo tomamos muy despacito y al terminar de probarlo comenté:
- Bueno ya, porque es bendito.
- ¿Por qué está sagrado?
- Pues… ya ves, lo bendijo el Papa.
- Ah.
En realidad no le quería decir que además de ser artesanal era mi favorito y no pensaba acabármelo ese día.
- Tengo este de membrillo, pero está súper fuerte.
- A ver.
Llevé otros vasos limpios y mas hielo, mi amigo sirvió un poco a cada uno y comentó:
- ¡Está muy dulce!
- Pero está bien bueno. Un amigo de mi papá se lo regaló, pero como ni se lo toma, me lo robé.
Mientras decía esto, mi amigo se servía un poco de agua mineral para acompañar el licor. Le pedí un poco y ¡wow!, quedó genial. Seguimos tomando de esta combinación y hablando un poco de los viejos tiempos: “que si te acuerdas de esto o de aquello”, “que si habría que vernos más seguido”. Terminamos con una buena peda, pero ni modo eso fue lo que el ocio nos dejó.