“Pues sí, estudiamos Gastronomía y el probar de todo es una de nuestras actividades favoritas”
Desayunar, caminar, botanear, entrevistar, volver a caminar, tomar un tentempié y cenar, fueron las actividades que caracterizaron la visita a Santiago de Anaya por los alumnos de octavo jota. Tal pareciera que Marco Ferreri estuviera dirigiendo algo así como “La gran comilona, segunda parte” o “La gran comilona, la leyenda continúa”, pero en versión Santiago de Anaya.
La verdad es que sí, comimos tanto que parecíamos volcanes a punto de estallar y dejar por todas partes la tragedia de lo que fue un gran banquete. Todos probamos de todo, íbamos husmeando hasta el más pequeño rincón en busca de comida, pero no cualquier comida, sino más bien un alimento que sólo en provincia se pudiera disfrutar. Con la espera de encontrar los olores que caracterizan el lugar, su ambiente y en especial, a la gente.
Comenzamos comiendo en el mercado de Ixmiquilpan. Algunos probaron chiles rellenos, otros tantos preferimos huauzontle capeado relleno de queso y algunos otros se decidieron por las tradicionales tortas de flor de garambullo que caracterizan a la zona. Comimos hasta saciarnos, ¿Y cómo no íbamos a hacerlo si el menú incluye sopa, arroz, guisado y refresco o cerveza, por tan sólo 25 pesos? ¿Es una ganga, no? Además nótese que pueden dar cerveza en lugar de refresco, ¡qué tal eh! No en cualquier lado.
En fin, dando continuidad a nuestro apetito feroz y nuestras ganas incontenibles de probar todo lo que estuviera a nuestro paso, salimos en búsqueda de más curiosidades gastronómicas. Probamos requesón, queso, tlacoyos de fríjol con chile guajillo y paletas de biznaga. Tomamos nuestras pertenencias y salimos hacia nuestro destino.
Ya por la tarde y un poco agotados por la caminata dejamos escapar nuevamente nuestro pequeño monstruo interior que gritaba “¡Comida, comida!”. Los compañeros se quedaron a probar tacos sudados y de pastor, mientras Gerardo y yo consumimos unas baratísimas chalupas de pollo con papa.
Al día siguiente y muy temprano por cierto, comimos pan “pirata” porque la vendedora presumió orgullosamente que se trataba de pan hecho 100% en el pueblo, pero no dijo qué pueblo ¿verdad? De eso nos dimos cuenta en el transcurso de la investigación debido a las encuestas realizadas: en Santiago de Anaya no hay producción de pan.
Enseguida, fuimos a conocer cómo se lleva a cabo “la raspa” y aprovechando que el aguamiel estaba tan fresco le dimos unos tragos. Después de esto, asistimos al desfile para dar la bienvenida a la primavera y probamos de todo: agua y salsa de xoconostle, atole de chocolate, sopecitos, gorditas, quesadillas y tostadas. Al atardecer, fuimos a casa de uno de los informantes donde se nos ofreció muy amablemente pollo en adobo, tortas de garambullo en salsa verde, sopa de haba, sopa de alberjones y aguas de guayaba y xoconostle.
No conformes con lo anterior algunos seguíamos pellizcando algunos mangos y picoteando de un delicioso requesón a la mexicana con totopos y salsa de xoconostle. Después de un pequeño descanso la señora de la casa nos dio un breve taller de escamoles, donde los pudimos probar en caldo y a la mexicana. Por la noche comimos pay de xoconostle que compramos con la misma señora.
Al día siguiente, fuimos al recalentado a desayunar un poco de lo que nuestro ansioso apetito había dejado el día anterior y cuando una compañera comentó que habría barbacoa en el tianguis todos juramos que estábamos completamente satisfechos. Sin embargo, fue una gran mentira para ocultar nuevamente al pequeño monstruo hambriento, porque ¿qué creen? A la media hora y casi por grupos de cuatro caímos en el suculento aroma que emanaba el consomé bien caliente y la barbacoa casi recién sacada del horno. ¿No que no? Pues sí, estudiamos Gastronomía y el probar de todo es una de nuestras actividades favoritas.
En fin, no conformes con esto le dimos fuerte al pulque y a los tacos de pollo. Por la tarde tuvimos que partir tristemente de regreso al DF y las profesoras aseveraron que nadie comería nada hasta que llegara a su destino ¡Ajá! ¡Sí cómo no! Pues aún en el camión atacamos brutalmente a un señor que vendía pastes terminando casi por completo con toda su producción. Al llegar a la ciudad todavía se escucharon algunos comentarios: “como que ya hace hambre, ¿no?” Por lo que sólo me resta decir: ¿A poco no le aprendimos algo a “la gran comilona”?