“…muchos con gran temor al probar distintas especies fueron presa de lo exótico, de lo tentador y diferente”
Por Cyndi Jiménez
Por la mañana del 3 de abril nos encontrábamos rumbo a Santiago de Anaya esperando un gran acontecimiento para el pueblo: la XXIX Feria Gastronómica donde las comunidades aledañas se dan cita para presentar platillos innovadores y mostrar parte de las costumbres, hábitos y tradiciones que los identifican.
El día era prometedor, anunciaba que iba hacer mucho calor. Al llegar observé que aquel municipio solitario que días antes había visitado, estaba vivo. Era diferente, es así que me topé con una gran carpa formada por lonas entre las calles principales, mesas, puestos de tubos colocados en lugares designados y mucha gente que no habíamos visto antes. Poco a poco llenándose de colores, en la plaza principal se encontraba un escenario adaptado con magueyes y cactus sostenidos por grava de tezontle. Todo estaba listo para el día siguiente donde sucedería la muestra de platillos exóticos.
En las orillas del pueblo se encontraban muchos coches, camionetas y tráileres que estaban estacionados cual si apartaran el lugar para observarlo todo desde sus asientos. Advertía que la gente que había visto antes era tan sólo una parte de lo que se esperaba, mientras tanto los encargados del comité revisaban los últimos detalles.
Al día siguiente 4 de abril, más de 1000 participantes caminaron para llegar al punto de partida, de aquí diez serían seleccionados ganadores, siendo así los mejores platillos de la muestra. Mientras esto pasaba llegaban visitantes que con gran asombro consumían los platillos ofrecidos, basados en la fauna del municipio, muchos con gran temor al probar distintas especies fueron presa de lo exótico, de lo tentador y diferente.
En el escenario se encontraban figuras públicas como el Presidente Municipal, Chefs de prestigio como Patricia Quintana, fundadores del pueblo, jueces y presentadores que amenizaban con música variada. Las artesanías que ocupaban un espacio detrás de la muestra gastronómica se acumulaban de gente maravillada por las hermosas cosas que se pueden hacer con el ixtle, el xoconostle y la miel: productos originales, naturales e innovadores.
Por otra parte encontrábamos puestos que vendían curados, un tamal muy grande llamado zacatamal, barbacoa, pieles de animales, quesos, algunos postres, ambulantes con frutos secos y un sin fin de comida que hacía preguntarte sobre su sabor. El día estaba por terminar, se anunciaban los bailes típicos y por la noche un gran baile para festejar; sintiéndose fresca la tarde se dio fin al primer día.
El 5 de abril los postres fueron presentados, entre ellos se encontraban tunas, xoconostles, piñones y piloncillos, y los curados prometían ser un deleite. Sin embargo se había notado una disminución de personas lo que permitía escuchar música cantada en hñähñu (lengua de los otomíes), los puestos de artesanías estaban más llenos y sin menor cambio seguían los puestos de comida que un día anterior estaban ahí. El día se agotaba, las horas eran pocas, el cansancio y ajetreo estaban presentes y el final de la Feria había llegado para nosotros.
Esta gran aventura, sobre la comida que puedes encontrar en lugares pequeños, es la enseñanza de que no hay pueblo chico para un corazón tan grande como lo es Santiago de Anaya.