lunes, 16 de marzo de 2009

¿Dónde se esconde La risa?

Por Clara Hernández Hernández


En un día de ocio y sin nada que hacer, me encontraba platicando con un amigo de lo aburridos que estábamos. De repente, nos empezamos a cuestionar acerca de la risa ¿Dónde se esconde? ¿Qué ha sido de ella? Decididos a encontrarla salimos a la calle sin rumbo fijo. Caminamos por Isabel la Católica hasta llegar a Mesones, giramos a la derecha y en la esquina siguiente ¡Oh grata sorpresa! ¡La hemos encontrado! “La risa”.
Escondida en el número setenta y uno de la calle de Mesones, con sus puertas cantineras y su fachada carcomida por los años, parecía estar esperando por nosotros, decidimos entrar.
— ¿a cómo los pulques? — preguntamos al señor que se encontraba en la barra.
— El tarro de curado a veinticinco, blanco doce, la cubeta de curado a ciento veinte, campechano a ochenta y cinco y de blanco a cuarenta y cinco.
— Dos curados por favor.
— ¿Jitomate, limón, guayaba o avena?
— Uno de jitomate y otro de limón por favor.

Esperando que los sirviera comencé a ver el lugar, estaba lleno de jóvenes estudiantes que reían y tomaban muy alegremente. Yo tenía la idea de que a este tipo de lugares acudían personas adultas, en especial hombres. Inquieta por la observación, empecé a platicar con el señor de la barra conocido por sus clientes más frecuentes como Don Chuy, quien muy amablemente aclaró mi duda contándome acerca de dicho fenómeno.
Resulta que hace aproximadamente ocho años lo invitaron a participar a un evento que se llevó a cabo en la Plaza de Santo Domingo, en el cual el ingrediente principal de los platillos y bebidas ofrecidas era el singular pulque. A este evento asistieron muchos jóvenes que se sintieron atraídos por tan suculenta combinación, fue entonces cuando comenzaron a interesarse por el consumo del fermentado y a frecuentar “La risa”.
Mientras nos contaba su anécdota mi vista seguía jugueteando en tan peculiar zona. Me encontré variadas imágenes de santos iluminadas por foquitos rojos y adornadas con flores, fotos del agradable señor y un pequeño mural que mostraba unos campesinos junto a una leyenda que decía “Nanacamilpa”, Tlaxcala. Otra vez la curiosidad me invadió y le pregunté la razón de tan vistoso dibujo. Don Chuy me platicó que hacía referencia a la “raspa”, que es el método utilizado para obtener el pulque y que la pequeña leyenda se debía al lugar de dónde le surtían tan preciada bebida.
Con la charla tan amena y ya con unos “pulquitos” encima, percibí un olorcillo agradable, giré mi cabeza a la derecha y vi una gran cacerola con arroz. Le pregunté que si además del pulque se vendía comida, a lo que me contestó — es la botana —. ¡Que buena botana!, pensé, contiene “frijolitos” y una generosa ración de arroz acompañada de una salsa súper picante.
Cuando terminé “mi botanita” ya era casi hora de cerrar, me tomé otro curado con mi amigo y cuando salimos sentí mis mejillas sonrojadas y una gran sonrisa en la boca. Fue entonces cuando recordé el comentario de Don Chuy con respecto al origen del nombre del lugar “entran bien y salen riendo”. ¡Perfecto!, pensé, ahora sé donde se esconde la risa: calle de Mesones número setenta y uno.