lunes, 9 de febrero de 2009

Kilates comestibles



Porque todo lo que brilla es oro…


Por Gerardo Ahorta



Cuando piensas en oro te imaginas anillos brillantes, relojes finos, pulseras y collares dorados, monedas como los centenarios y se te ocurrirá uno que otro artículo de decoración; sin embargo el oro también es comestible, desde la antigüedad el hombre lo ha incluido en los alimentos conmemorativos y rituales que desee celebrar.


Gastronomíaactiva.com menciona que el pueblo egipcio fue el pionero en utilizar el oro como elemento en su comida ritual, ya que elaboraba Shem-an-na (pan de forma cónica aderezado con polvo de oro) alimento consumido por faraones y sacerdotes con la creencia de que el oro mejoraba su cuerpo y mente, también conocido como Ma-na (la lágrima dorada del ojo de Horus u oro de la recompensa), este pan pasó directamente al pueblo de Israel gracias al dominio egipcio. La Biblia menciona que fue el alimento consumido durante la búsqueda de la tierra prometida; al bajar Moisés del monte Sinai, encontró que su pueblo había elaborado un becerro de oro con el fin de adorarlo, él colérico, lo destruyó, pulverizó y por último agregó los polvos de oro en vasijas con agua dándoselas a beber con el fin de acércalos a su deidad.


Los árabes escribieron en el Caraka Sarphita, un texto de medicina, el uso del bhasma, un polvo de oro utilizado en tónicos con el fin de mejorar la fuerza física y la inteligencia. Por otra parte también se menciona el Soma, (elixir de la vida, chi o prana) este alimento en forma de pan o galleta tenía un carácter mágico y proveía de poderes sobrenaturales a quien lo consumía, su ingrediente base era el oro. Más hacia oriente, en China en el año 2500 a.c. Wei Po Yang escribió sobre una píldora hecha de Huan -tan (polvo de oro) a la que denominaban “píldora de la inmortalidad”; algunos de los efectos que producía eran que el cutis se rejuvenecía, desaparecían las canas y crecían de nuevo los dientes; entre los beneficios más sorprendentes se menciona que si la toma un anciano volvería a su juventud, pero si lo hacía una anciana recuperaría su virginidad.


En la época medieval sin duda un signo de riqueza era llevar platos suntuosos a la mesa como pavo reales cocinados, revestidos con sus plumas y oro incrustado. Un banquete registrado de aquella época es el que ofreció Benedetto Salutati a Fernando I de Nápoles en 1476, durante el banquete uno de los postres fue un pastelillo de piñones y dulce de leche espolvoreado con hojuelas de oro.


En 1563 en España Felipe II, creyente de la alquimia financió la construcción del Escorial, el mayor laboratorio de Europa dedicado a la obtención de oro artificial, el monarca consumía una bebida elaborada con sangre y oro.


En el siglo XVII, el oro entró oficialmente en la farmacopea. El uso del oro con fines terapéuticos se denomina crioterapia (del griego chrysos, oro). En 1935, se demostró que los complejos de oro son activos frente a microorganismos dañinos y con él se producen medicamentos contra la artritis reumática, aunque todavía no está claro su mecanismo de acción.


El oro en nuestros días se ha integrado a los ingredientes más sofisticados que ocupan los chefs para engalanar su menú. El lujo, la calidad y la sofisticación dan pie a crear platillos y postres con este metal a precios exorbitantes, por ejemplo el restaurante Serendipity 3, ubicado en uno de los barrios mas elegantes de Manhattan, diseñó un descomunal postre ¨Frozen Haute Chocolate ¨ de 28 clases de cacao, procedentes de 14 países, y cinco gramos de oro comestible de 23 quilates fijando un record Guiness.


Quien desee sentirse alagado y convidar ese placer a amigos, puede adquirir muchísimos productos con oro como ingrediente: vinos espumosos, grapa, vodka, ensaladas, pizzas, rissoto, ostras aderezadas con polvo de oro, brillantes chocolates, mermeladas, etc. El oro está catalogado en la industria alimentaría mundial y en el Codex Alimentario como el aditivo E175, aprobado por la UE y el FDA.


El proceso para transformar el oro puro en virutas comestibles comienza machacando los lingotes con un mazo entre dos pieles de vaca. Poco a poco el metal se convierte en virutas. El cuerpo elimina el oro a las dos horas de ingerirlo; el metal en su estado puro es muy blando por esta razón es fácil de descomponer.


Presente como accesorio, medicamento, objeto decorativo o material de culto, el oro tendrá un alto valor y su consumo nos elevará a estatus de monarcas efímeros que ordenarán al paladar sentirlo y degustarlo aunque carezca de sabor, y valga su peso en oro.